El antes y el después del coronavirus. Por Ángel Baguer Alcalá, consultor de alta dirección, profesor y escritor
El COVID-19 va a dejar un reguero de muertes y una situación económica que presagia un caos global sin precedentes. ¿Se ha gestionado acertadamente esta crisis?
La base de la gestión de un país y de sus crisis no es distinta a la de una empresa. Hay una diferencia evidente que es el tamaño. Un país es una macro sociedad, pero la gestión se basa fundamentalmente en lo mismo: liderazgo, equipos de trabajo y toma de decisiones.
La crisis ha estado condicionada por dos hechos: el desconocimiento del virus y decidir el punto de equilibrio entre la conservación de la salud y el sostenimiento de la economía. Respecto al desconocimiento, se opinaba al comienzo, que este virus no era más peligroso que el de la gripe común, que origina la muerte de miles de personas en el mundo, año tras año. Hubo relajamiento inicial que se tornó en preocupación cuando se tuvo la certeza de la alta velocidad de propagación del virus y se alertó de que había un peligro real: el colapso de los centros de sanidad, ya que, además de las consultas e ingresos del día a día, hay que atender a los enfermos provocados por el COVID-19. Únicamente China adoptó desde el comienzo, rápidas medidas de confinamiento en la zona del epicentro de la epidemia y dotó a las personas, sanitarias o no, de material de protección: guantes, mascarillas, batas y equipos especiales. El resto de países se confió, unos más que otros, tomando decisiones, unos mejor que otros, en función de la dinámica de propagación del virus.
Otro hecho importante, que ha influido en la toma de decisiones, ha sido buscar el punto de equilibrio entre la conservación de la salud (sabiendo que la vulnerabilidad estaba en las personas de mayor edad y otras de alto riesgo) y el sostenimiento de la economía, ya que colapsarla supone una catástrofe para cualquier nación. A medida que los gobernantes se han dado cuenta del posible colapso de la sanidad es cuando mayor empeño han puesto en los confinamientos y cese de actividades: suspensión de clases, cierre de bares, restaurantes, cines, actos deportivos e incluso la paralización empresarial.
La preparación
¿Ha habido líderes en la gestión del coronavirus? En muchos países no. Es evidente que unos lo han hecho mejor que otros, pero en mi opinión, faltan líderes, en general, en la clase política. A pesar de que el 30 de enero de 2020 la OMS alertó que había que prepararse para combatir el coronavirus, cada país decidió hacer la guerra por su cuenta, incluso en comunidades políticas como la UE (Unión Europea). Y como en cualquier tipo de organización, las decisiones son buenas o malas dependiendo de la preparación, calidad y honestidad de sus líderes.
Faltan líderes gobernantes porque la política, en general, está sirviendo de refugio, hace ya unos años, a personas no vocacionales, con poca preparación. Muchos buscan un medio de vida y mantenerse en sus cargos el mayor tiempo posible. ¿Por qué el sistema político permite el acceso a cargos de gran responsabilidad sin la preparación adecuada? Si un profesional, sea médico, ingeniero, periodista, maestro, bombero, abogado o policía, por citar algunos, tiene que realizar estudios específicos u opositar, ¿por qué no se exige lo mismo a la clase política? En mi opinión, en la gestión de la pandemia del coronavirus ha habido fallos de liderazgo en determinados países desarrollados. Un líder nace y se hace, no por ganar unas elecciones, que evidentemente las debe haber en un sistema democrático. De ahí que cualquier país debiera exigir para todos los cargos de la vida pública el grado de preparación adecuado para el puesto que ocupan.
Además de excelentes líderes, la gestión exige buenos equipos de trabajo. Y un líder, cuya característica principal es influir en los demás y arrastrarlos a la consecución de un objetivo, debe saber elegir los equipos. En países desarrollados, el liderazgo ha tenido lagunas importantes en la composición de los mismos. Un líder, no precisa saber de todo, en absoluto. En el liderazgo familiar, en nuestras viviendas, no es importante saber arreglar la lavadora, el frigorífico o el ordenador. Lo vital es saber quién te lo puede arreglar.
Ser líder
En la gestión del coronavirus, un buen líder tiene que delegar en un gabinete de crisis formado por varios colectivos clave: sanidad, comunicaciones, abastecimientos a la población, policía, ejército, industria, logistas… Y tienen que ser estos colectivos a través de sus equipos de trabajo formado por buenos profesionales los que lleven a cabo sus funciones que tienen que estar muy bien definidas y coordinadas por el líder. Esto, en general, no lo sabe realizar la clase política, ya que al frente de esos colectivos se ponen como responsables a políticos en lugar de profesionales. En la crisis del coronavirus, están funcionando ejemplarmente los sanitarios, la policía, el ejército, los productores agrícolas, los transportistas, los cuidadores de ancianos y niños, los bomberos… ¿Quién ha fallado en general? Los líderes y sus equipos de trabajo políticos.
Con decisiones tardías, permitiendo macro concentraciones y libre circulación de personas, que han ocasionado la propagación rápida del virus y millares de muertes. No han delegado en profesionales de la ciencia y la sanidad, por un lado y de la organización y la logística, por otro. Aunque se trate de un nuevo virus, ha habido tiempo suficiente para investigar acerca de su lucha en los países con historial de combate frente al mismo. Esto lleva a una conclusión fundamental: cada vez tiene que haber menos políticos y más profesionales en los puestos de responsabilidad.
Muchos países han dudado en la búsqueda del punto de equilibrio entre sanidad y economía, aunque con la pandemia extendida la mayoría han optado por la primera. ¿Qué va a suceder? ¿Recesión económica o depresión? Existe recesión económica cuando la tasa de variación del PIB (Producto Interior Bruto) es negativa al reducirse la actividad económica, disminuyendo la inversión, el consumo y aumentando notablemente el desempleo. ¿Nos acordamos de la que tuvimos a nivel global a finales de la primera década del siglo? Popularmente, se conoce como periodo de vacas flacas. Mientras que la recesión económica consiste en una desaceleración pasajera de la economía de un ciclo económico, la depresión económica constituye el punto más bajo del ciclo económico con una larga y considerable disminución de producción y consumo que produce un gran desempleo. Se restringe el crédito, se producen muchas quiebras y se devalúa la moneda. Es bastante común que en la recesión económica disminuya la inflación por la caída del consumo y en una depresión pueden producirse deflaciones (bajada generalizada de los precios) o hiperinflaciones (subida generalizada de los precios), ambas cosas peligrosas. Como ejemplo de depresión, la que tuvo lugar en los años 1930 con un gran impacto en Estados Unidos.
¿Qué sige?
Dado que en la crisis del coronavirus no se ve con claridad la salida del túnel, es difícil evaluar el futuro en cuanto si habrá recesión o depresión. En mi opinión depende de la duración y/o de los rebrotes que pueda ocasionar el virus hasta que una vacuna o la inmunidad de las personas resuelva el problema. En cualquier caso, es segura una importante recesión económica global.
Comenzará la gestión de la recesión y de nuevo las buenas o malas decisiones dependerán como siempre de las personas, de los líderes y de los equipos de trabajo. Se van a necesitar profesionales de altura a los que hay que delegar la gestión de este periodo de vacas flacas, que ya ha comenzado, para que no derive en depresión.
Una observación muy importante, la pandemia del coronavirus deja un antes y un después. Debe haber un cambio trascendental. Curiosidad, en mayo de 2011, esta misma revista me solicitó un artículo sobre el teletrabajo que se ha puesto de moda en la confinación. Opinaba que era una oportunidad para la conciliación trabajo-familia y el gran beneficio que suponía para la sociedad por la descongestión de las redes de comunicación (carreteras, ferrocarril y autobuses), la mejora del medio ambiente (por la disminución de la contaminación) y el menor consumo de energía. ¿Aprenderemos, cuando esto termine, a valorar otras cosas que no sea exclusivamente el dinero? No podemos seguir con un orden mundial donde prima el materialismo sobre los valores, en el que además de atentar contra el medio ambiente y el futuro de la humanidad, sigue muriendo una parte de ella diariamente por falta de recursos, mientras en los países desarrollados se despilfarra sin mesura, se bendice lo malo y se estigmatiza lo bueno.
La pandemia del coronavirus es un aviso contundente para la humanidad. Si no rectificamos, iremos al abismo.